domingo, 5 de abril de 2009

Percusión a través de Internet

Un plan verdaderamente curioso. Salvador Niebla uno de los mejores músicos percusionistas, lleva a la práctica un proyecto bastante novedoso para las nuevas tecnologías, un centro de Estudios vía internet, donde los alumnos tendrán acceso a profesionales de todo el mundo y podrán aprender con ellos.
EL MUNDO
CATALUNYA
Miércoles, 5 de julio de 2000
Salvador Niebla
Crea una escuela de batería a través de Internet
ANA MARIA DAVILA

El batería Salvador Niebla es un músico realmente sorprendente. No sólo es poseedor de una brillantísima trayectoria profesional, plasmada en una casi inabarcable lista de actividades y colaboraciones y en un estimulante primer disco en solitario, Azul, sino que también es capaz de embarcarse en proyectos verdaderamente singulares............

sábado, 4 de abril de 2009

CHICK COREA




Chick Corea (1941- ), pianista y compositor estadounidense de jazz. Armando Anthony Corea nació en Chelsea, Massachusetts. Su padre, músico profesional, le enseñó los fundamentos de la música; a los cuatro años ya tocaba el piano. En su adolescencia trabajó en Boston y Nueva York y estudió con minuciosidad los estilos jazzísticos de figuras como Dizzy Gillespie, Horace Silver, Art Tatum, Bud Powell y Thelonious Monk. Corea fusionó ritmos latinos con el jazz en 1962, mientras tocaba con Mongo Santamaría. Más tarde trabajó con Stan Getz y Herbie Mann y en 1969 comenzó a tocar el teclado electrónico como acompañante de Miles Davis. Corea se caracteriza por la ductilidad de su interpretación en los teclados, tanto electrónicos como acústicos. Colaboró durante la década de 1970 con músicos de varias tendencias: clásica, bop, jazz rock, fusión y avant-garde. En 1971 formó el grupo Return to Forever, inspirado en la mezcla entre el jazz y la música brasileña.

Actuó por todo el mundo a dúo con Herbie Hancock, otro de los grandes teclistas de su generación; abarcó los más variados estilos y en la década de 1980, con otro de sus grupos, la Elektric Band, utilizó nuevas técnicas de mezclas para conseguir una original combinación de piano con teclados electrónicos. Estas grabaciones tuvieron un especial éxito, obteniendo por ellas varios premios Grammy. Algunas de sus últimas composiciones de cámara y orquesta muestran la influencia de compositores clásicos como Wolfgang Amadeus Mozart (de cuyos conciertos para piano hizo una versión), Darius Milhaud, Gabriel Urbain Fauré, Alexander Nikoláievich Skriabin o Béla Bartók.

La producción disográfica de Corea es inmensa, al haberse adentrado en diferentes estilos y haber colaborado con multitud de músicos célebres. En 1992 fundó el sello discográfico Stretch Records, para el que han grabado importantes figuras como los bajistas Avishai Cohen y John Patitucci o el trompetista Wallace Roney, así como el propio Corea.

¿COMO SON LOS ARTISTAS?

Buscando información por la web, encontré un enlace que me llamó la atención:

LA ZONA FANTASMA. 5 de octubre de 2008. Peste de artistas
Por fortuna casi ningún niño quiere ser de mayor artista o escritor, eso es algo que -con excepciones repelentes- se acaba siendo o se resulta ser. Desde luego yo, en la infancia, aunque me gustaba leer, creo haber respondido a la pregunta clásica cualquier cosa menos: "Novelista". Pirata, futbolista, arqueólogo (había ya antecesores de Indiana Jones), bandolero, domador de circo, tal vez hasta médico en un arranque de insensatez... Ignoro lo que quieren ser de mayores los niños de hoy, pero estoy seguro de que tampoco aspiran a dedicarse a la literatura, la pintura o la música "seria". Más les vale, porque, ahora como hace cincuenta años, les costaría identificarse con los artistas tal como suelen aparecer en las películas e incluso en los libros, y no desearían emularlos. Lo más preocupante para quienes hemos resultado ser eso, novelistas o poetas o escultores o pintores o músicos, es que tampoco de adultos hemos visto muchos motivos para admirar a nuestros predecesores en tanto que personajes. Podemos admirar sus obras enormemente, pero rara vez nos caen bien cuando son sus vidas las contadas o representadas. No sé si es que el gremio ha tenido mala suerte o si somos efectivamente insoportables.

Lo cierto es que la imagen habitual de los artistas es la de gentes megalómanas y a menudo vocingleras, que sufren mucho y se cortan la oreja o que fingen sufrir y se arrastran histriónicamente por el fango; que se toman muy en serio a sí mismas y son por norma vanidosas, ambiciosas y tirando a mezquinas; que con inconcebible frecuencia caen en alguna adicción (alcohol, drogas, juego) que las lleva a conducirse de manera harto anómala y dañina para sus seres queridos; que no saben encajar debidamente el éxito ni el fracaso, y que requieren unas dosis de atención enfermizas; que se meten en situaciones desaconsejables con gran empeño y se adentran por sendas gratuitamente peligrosas, más que nada por autodestructivas; tratan de ser ingeniosas o profundas sin pausa, lo cual parece muy fatigoso para ellas y abominable para quienes las rodean y para el lector o espectador; también se afanan por mostrarse enigmáticas, lo cual es un aburrimiento; viven obsesionadas con lo que hacen y no existe nada más para ellas. En fin, yo he visto a Scott Fitzgerald emborracharse a lo bestia con la cara de Gregory Peck; a Miguel Ángel dar una lata increíble y colérica con la de Charlton Heston; a Picasso hacer el chorras sin descanso creo que con la de Jeremy Irons; a Beethoven ponerse grandilocuente y tieso con la de Ed Harris y a Mozart hacer el necio con la del olvidado Tom Hulce; y, en todo caso, resultar muy cargantes a Van Gogh, Rimbaud, Bob Dylan, Truman Capote, Frida Kahlo y su marido (bueno, con esta pareja no debía de haber más remedio) y a centenares más, y la experiencia me ha servido, a título estrictamente personal, para procurar no parecerme a ninguno de ellos en mi vida, aun a costa de privarme de rasgos que todavía muchas personas -niños no, pero sí adolescentes y adultos pueriles- asocian con el talento o con la genialidad: aún hay quienes creen que beber compulsivamente, inflarse a drogas o errar en coche por las carreteras los va a aproximar a Faulkner, a Lowry o a los predecibles Kerouac, Burroughs y Bukowski.

Por eso, en parte, me interesaba ver la serie de televisión alemana Los Mann, de 2001, que ha salido ahora en DVD. Thomas Mann no se distinguió por nada demasiado llamativo ni anómalo. Padeció el exilio durante el nazismo, pero dentro de todo llevó una vida sin demasiados reveses ni penalidades, y razonablemente respetable. Más escandalosa fue la de su hijo Klaus, también apreciable escritor, que acabó suicidándose como su hermano Michael, pero éste una vez ya muerto el padre. Por así decir, no había en el Thomas Mann personaje casi nada que se prestara a los excesos y exhibicionismos de los que no escapa ningún artista cuando se lo retrata en el cine o en la literatura. "A ver si por una vez hay uno que me cae bien", pensé. "Con quien pudiera apetecer tener trato". Pero no había de caer esa breva. Thomas Mann no aparece como iracundo ni histérico, no se lo ve atormentarse ni asomarse a los "abismos de la creación". Casi parece un notario o el dueño de una fábrica, y su única veleidad -para un padre de familia numerosa- es una homosexualidad abstracta que se manifiesta sólo en miradas semifurtivas a jóvenes bien parecidos. No muy vistoso, por fin cierta sobriedad. Y sin embargo su modelo tampoco invita a seguirlo, sino a rehuirlo: una especie de piedra pómez, áspero y quebradizo, que ni siquiera se altera ante la primera tentativa suicida de su hijo Klaus. Un individuo solemne y pagado de sí mismo, que recibe la noticia de la concesión del Nobel con chirriante naturalidad, como si fuera algo esperable o que se le adeudaba. Alguien consciente de su celebridad, que parece compartir la actitud de su mujer cuando ésta entrevista a una posible secretaria del escritor y le advierte: "Bueno, se le exigirá absoluta confidencialidad. Ya sabe, ¡es Thomas Mann!". A juzgar por esta digna e interesante serie, el autor de La montaña mágica puede que se levantara por las mañanas y al mirarse en el espejo exclamara con reverencia: "¡Soy Thomas Mann! Caramba". No sé si alguna vez lograremos ver o leer sobre un artista sin que ello nos lleve a preguntarnos si nuestra admiración por la obra de semejante sujeto no ha de ser por fuerza una equivocación.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 5 de octubre de 2008

¿ QUÉ OS PARECE, ARTISTAS?

Da igual lo que estudiéis, lo que consigáis cada uno como personas, los valores y actitudes que presentéis día a día a los demás. Ser artista es malo. Son drogadictos, orgullosos, charlatanes, falsos, rastreros, dañinos, malos ganadores o perdedores, autodestructivos...... y un sin fin más de adjetivos, que descalifican al Artista como persona. Creo que la persona que hace referencia a TODOS los artistas con estas descripciones, por desgracia no se ha "topado" con nadie que merezca la pena, pero eso no implica que no los haya. Que suerte hemos tenido algunos que sí conocemos a artistas que como profesionales son bastante buenos y como personas aún mejores, aunque no sean los talentos número uno de la década.

Michel Camilo. Calle 54



Fantástico.